Mientras África busca nuevas formas de abordar la alta deuda, los bajos salarios y la desigualdad, el premio Nobel Joseph Stiglitz cree que dos países ofrecen una alternativa al modelo del «tigre asiático»: Etiopía y Mauritania. Hay un discurso que el economista Joseph Stiglitz, ganador del Premio Nobel, ha estado pronunciando en los últimos años en los países africanos.

El pasado otoño se celebró en Ciudad del Cabo, la capital de Sudáfrica, y la cuestión fue una de las más apremiantes a las que se enfrenta el continente: cómo sus economías pueden crecer con la rapidez suficiente para mantenerse a la par de las poblaciones más jóvenes y en expansión del mundo, que incluirán las tres cuartas partes de los 4.000 millones de personas adicionales en el planeta para finales de este siglo.

El problema de la distribución de la riqueza

Es un problema que ha estado preocupando a muchos, incluyendo al filántropo multimillonario Bill Gates. Y el mensaje de Stiglitz no es del todo tranquilizador. El milagro asiático de la fabricación de crecimiento impulsado por las exportaciones, dijo a su audiencia sin rodeos, no puede repetirse ni se repetirá en el África subsahariana. Se necesita algo diferente, dijo. La cuestión, sin embargo, es precisamente qué.

Una serie de indicadores económicos preocupantes están apareciendo exactamente en el momento de máxima preocupación sobre cómo los países africanos -y las estrategias de ayuda internacional que los apoyan- pueden crear suficientes puestos de trabajo, especialmente para los jóvenes en medio de un aumento de la población. Entre las diversas alarmas que se han hecho sonar este año se encuentran las advertencias sobre los titubeantes esfuerzos por reducir la pobreza crónica, que se reflejan en el hecho de que Nigeria -una de las economías de mayor crecimiento de la región- ha superado a la India en cuanto al número de los más pobres.

Otro motivo de preocupación ha sido el creciente endeudamiento de los países africanos, a menudo para proyectos de infraestructura costosos respaldados por China, que algunos temen que pronto sean insostenibles. En lugar del modelo del «tigre asiático» – o incluso de las sugerencias de que los países africanos podrían modelarse a sí mismos a partir de China – Stiglitz favorece un enfoque más complejo y multifacético. El economista ha seleccionado países tan diversos como la diminuta isla de Mauricio, en el Océano Índico -a la que calificó de «milagro» tras una visita en 2011-, y Etiopía.